El señor de las arenas
No fue todo en balde. Simplemente no hubo nada.
Al final, no fue un camino, sino un deambular. Cuesta descubrirlo, al menos hasta que al final acabas llegando al lugar del que partiste. Que no han pasado mil kilómetros, sino cien metros, que no han pasado cien años, sino diez minutos.
Pero la impresión es de que, al igual que el universo en expansión, todo está más lejos a cada minuto, todo más oscuro.
No acerté en ningún cruce, en ningún mensaje. Y si acerté fue por error.
Ahora entiendo que quizá todo no ha servido para nada, que no ha sido más que una persistente alucinación.
Nunca fui tan clarividente como el día en que descubrí al Señor de las arenas. Nunca
0 comentarios