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El señor de las arenas

Money...

Money... No fuimos vecinos solitarios en el frío de Noviembre. No pasé a tu cama a acurrucar tu mirada vitriosa aquella noche sin luna. No nos quedamos, algún que otro día, dormitando entre el amanecer reflejado de la ventana de enfrente, despistando a la mañana que habría de borrar nuestro secreto.
Nunca leerás esto, porque quizá nunca lo he escrito. Porque probablemente ya ni existes en el doble fondo de mis sentimientos inescrutables. Pasé por aquella puerta, por tus ojos punzantes como besos, por los meses perdidos en el absurdo olvido fantasmal de un suceso inexistente. Y recordé que nunca fuimos vecinos, que nunca pasaste por mis sueños, que nuestras suertes no se cruzaban sino en el infinito. Que nunca pasó nada, ni estuvo tan siquiera lejos de pasar.

Como estas dunas se mueven a mi antojo, aunque este sea deplorable...

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