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El señor de las arenas

Notas de una tarde lluviosa

La mente dispersa, perdida entre las rendijas de los baldosines.
Una tonta y repetitiva canción de amor.
Llueve. Siempre llueve, es cierto. Incluso me deleito mojándome entre los neones que saltan de los letreros y reptan por el asfalto. Llueve siempre, porque siempre ha de ser asi.
Otra tonta y repetitiva canción de amor. Los aleros son un bien codiciado en los días de lluvia. Como si el agua sobre nuestros párpados pudiese hacernos despertar de un amable letargo. Llovía debajo de mis párpados también, y aún así el letargo sigue pertinaz.
Era una lluvia esperada. Lo que tienen las esperas es que siempre terminan. Aunque nosotros hayamos terminado antes de esperar. Al final siempre terminan, y llega lo que debe llegar.
Otra tonta canción de amor. Tan tonta que aún me sé la letra después de largos años.
Creo que hoy sé menos que nunca. Y estoy más perdido de lo que jamás estuve. Aunque, eso es lo único cierto, he sido feliz por unos maravillosos e interminables minutos.
Hoy llovía de nuevo...Camino de Itaca

1 comentario

Anónimo -

Hay demasiada automplacencia en esta tristeza. Quizá lo que necesitas es un poco menos de blog y un poco más de vivir en directo y conocer gente. Y ponerle a la vida algo más de ganas.