Cuentos de la luna pálida de agosto

Me habló al oido. Las luces pardas y el olor de psicotrópicos dejaban de existir junto a aquellos insospechados ojos azules de larga melena negra.
Volvió a marcharse hacia el fondo. Los recuerdos salían huyendo por la ventana para dejar sitio a la emoción y la sensualidad. En aquel lugar enigmáticamente mágico, en aquel tiempo aparentemente inofensivo. Alli sucedió todo. Una pasión sin medida, miradas eléctricas, sonidos acústicos, y caderas rítmicas. Lo inesperado, lo deseado, lo soñado.
Aún recuerdo a cada momento las últimas y sugerentes palabras que me dijo acercándose a mi, mirándome con sus ojos imposibles, hablándome al oído, como si aquellas palabras no debiesen perderse nunca. Acercó sus labios a mi cara, poniéndo los codos sobre la barra, y me dijo:
"Son once con cuarenta"
2 comentarios
El señor de las arenas -
Marcel -